Cianuro de Vino Tinto

La última vez que había estado con un hombre quería escapar de ahí, pero amaneció y él seguía recostado a mi lado, toda mi vida había estado basada en mentiras, amores efímeros y ese hombre estaba enamorado de mí, lo dijo toda la noche, yo sólo quería sexo y mentí, como lo he venido haciendo desde hace una década, lo peor de todo es que no conseguí sexo y él creyó cada una de las mentiras que le dije o quizá no eran mentiras, todo eso quería decirlo únicamente que lo hice a la persona equivocada, esas palabras no eran para él, pero Carlos no estaba, sólo estaba Ernesto y me miraba con esos ojos tristes que recordaba muy bien, no había cambiado nada, seguía incluso vistiendo los mismos jeans viejos, desgastados y rotos que usaba desde que lo conocí; la primera vez que vi a Ernesto fue en un bar, en realidad lo vi por que iba con el chico que faje la noche entera, estaba más preocupada bebiendo y besándome que con este chico que no tenía ojos para ver a los demás, Ernesto solo era alguien escondido en un rincón oscuro de aquel antro, y yo era una chica con las hormonas a mil que quería una buena follada sin importar con quién fuera, me he preguntado muchas veces que gané en todas esas noches con desconocido, placer algunas veces otras más un inmenso vacío que seguía creciendo en mis entrañas, un gran vacío que trate de llenar con semen y alcohol, pero no funciono, aún ahora estando con Carlos sentía esa necesidad de estar en algún barecillo de mala muerte buscando con quien irme a la cama, incluso mi madre llego a preguntarme si era ninfómana, dentro de mi pensé “no madre, no lo soy, sólo estoy sola”, sonreí, pero mi cabeza estaba llena de interrogantes que tenían un par de palabras en común POR QUÉ, daban vueltas dentro de mi cerebro y no dejaban de hablarme, parecían una peregrinación en busca de sus propias respuestas, la única forma de callarlos era con un poco de alcohol y orgasmos espontáneos, así que salía varias noches en busca de ambas cosas.


No sé cuánto tiempo pase así, hay una parte de mi vida que no entiendo, son como escenas deslavadas, que tal vez no debería tratar de recordar pero hay algo ahí que las retiene.
- ¿Por qué bebes? – Me pregunto una mujer que estaba sentada a mi lado en la barra, tenia los dientes amarillos y el rostro lleno de arrugas, parecía de unos sesenta años quizá tenía menos edad, pero eso aparentaba.
- ¿Por qué lo haces tú? – Le respondí.
- Para olvidar porque bebo.
- ¿Funciona?
- Si, hace mucho lo olvide.
- ¿Por qué sigues haciéndolo?
- Para no recordarlo.
- Creo que ambas bebemos por la misma razón.
- Salud.
Vodka, cerveza, whiskey, ginebra… etc… etc… etc…que importa que sea, todo tienen algo en común, alcohol, vino, unos días se necesita algo más fuerte para olvidar o quizá para llenar y calmar la ansiedad que muy a menudo suele salir a la luz, mil veces me he preguntado por qué, pregunta sin respuesta que solo queda en silencio y ahí muere junto con el día pero vuelve a renacer en el alba, olvidar, he olvidado que quiero olvidar, o quizá jamás lo he sabido, incógnita que queda flotando en el aire.


Muy a menudo me pregunto que piensa la gente de mi, siento sus miradas siguiéndome y juzgando cada uno de mis movimientos, así que sólo camino frente a ellos con la arrogancia que me hace tan peculiar, sin mirarlos, aislada, no tengo necesidad de pertenecer a un grupo, ¿por qué la gente debe de pertenecer a alguno para sentirse integrado? Prefiero ser una persona solitaria, parecerá raro pero he aprendido a disfrutar del momento conmigo misma, en realidad me siento incomoda rodeada de gente, en días como hoy se me antoja no salir de la cama, no es por que este deprimida, ni triste, es solo por que no se me da la gana, se me antoja estar recostada fumando y tomando una cerveza, puede sonar un poco ilógico, pero asi soy feliz.



No necesito más, sólo un cigarrillo, una cerveza y una hoja en blanco.