Me trague las palabras y los miedos en el ultimo sorbo de coñac, saboreé ese instante como si fuese el fin de un ciclo que termino con el amanecer a las tres de la mañana, tome el sostén de la mesa de centro y termine caminando en la avenida Zaragoza, y lo dejé ahí recostado en la cama, salí de puntitas para no despertarlo, no me gustan las despedidas, no quise dar más besos de mentira a alguien que no recordaba, fueron meses a su lado y su inconstante ausencia no dolía, estaba acostumbrada a la soledad y al sexo ocasional con alguien a quien le gustaba. Terminé una noche más de diciembre con la insolente tristeza que me pateaba las entrañas y aún no sabía por que, quise convencerme de que existía un cuento de hadas para cada uno de los infelices que habitan las noches de enero a diciembre, los sueños termina con la botella de whiskey que vive en una mano llena de nada y vacía de todo. Las andanzas se convierten en rutina, las piernas son un constante paso que ha perdido el camino, simplemente lo hace por que quieren llegar a algún lado, escapar, hacia donde los demás reconozcan las huellas que perdieron hace años.
Me trague los pies y las alas a cambio de una sola noche sin coñac o cerveza, sin ilusiones de alquiler y besos de mentiras, me trague las letras y aposte nada por todo, por una sonrisa no fingida y un sueño a medio día.
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